Más que evaluar, observar: o cómo hacer más con menos para caminar más co-creativas
¿Cómo se debe plantear la evaluación evolutiva de un ecosistema en fase de construcción? Esa es la pregunta que hemos tenido “volando sobre nuestro tejado” el equipo de «Observar y evaluar» durante todo el año. Hemos diferenciado dos hojas de ruta: la marcha del propio proceso, por un lado, y el impacto o impacto de los resultados con la visión y la misión, por otro.
Para los que acostumbramos a andar por proyectos locales, cuando nos fijamos en la evaluación, la tentación de recurrir directamente a la medición del impacto es demasiado grande como para hacer una medición del grado de cumplimiento de la misión o de los objetivos. ¿Pero la evaluación de una red de estas características no necesita un respiro más pausado y prolongado; cuando estamos en el momento de sentar las bases comunes de funcionamiento? La marcha nos ha llevado a observar la evolución del propio proceso y aflorar y compartir las “tensiones creativas”[1] que se generan con la misma.
Nuestro ecosistema tiene grandes objetivos, somos ambiciosos. Inconformistas e iconoclastas. Precisamente por eso, aunque parezca paradójico, el planteamiento de nuestra evaluación ha sido lo más sencillo posible. Por grandes que sean las intenciones, la intensidad que cada una de nosotras le ha podido ofrecer no ha sido muy alta, ya que todos estamos involucradas en otros muchos proyectos y tareas. Por ello, hemos trabajado siguiendo una máxima; observar más que evaluar. Estar atentas, observantes, hacer sitio al flujo de acontecimientos y dejar que se abran paso a lo que emerja. Y documentar, de forma descriptiva. En el sistema de vida[2] que generamos los seres humanos, la observación de los hábitos, de las relaciones, de las actitudes y la conciencia, conciencia colectiva emergente por parte de los participantes, en conjunción con estar abiertas a acoger las tensiones creativas emergentes es de vital importancia para su evolución.
El Ecosistema de la Cocreación formado en el seno de Arantzazulab ha iniciado un nuevo ciclo en 2023, basado en la colaboración de estos agentes y cuya misión principal ha sido crear las bases y principios de actuación del ecosistema a través de la cocreación de todos los participantes. Por ello, ha sido en gran medida un año de puertas adentro. Aunque esto ha generado ciertas inquietudes, creemos que hemos llegado a entender que así debía ser a finales de año. Porque antes de trabajar de cara al exterior hay que trabajar y consensuar las bases con los participantes en la red. Esto nos ha llevado a observar de cada uno el todo, de los objetos a las relaciones, de los diferentes niveles de escala, de la calidad más que de la cantidad, de una comunidad viva.
El propio ecosistema de cocreación ha sido nuestro centro de experimentación
A principios de año se ha configurado la organización por grupos de trabajo: un grupo de conectores que une a cada uno de los miembros de cada grupo con el fin de orientarlos y promoverlos, enredarlos y conectarlos, experimentarlos y observarlos y evaluarlos, así como asegurar su relación y coherencia. Se han formado unidades integradas que actúan como un todo funcional, se ha creado una comunidad viva a diferentes niveles o escalas; hemos estado observando esa estructuración. Los equipos han trabajado durante todo el año y los 4 encuentros que se han celebrado en Arantzazu han sido los momentos clave para la cocreación: 9 de febrero, 13 de julio, 28 de septiembre y 23 de noviembre.
El equipo de observación y evaluación ha querido abordar el proceso desde la lógica de la evaluación evolutiva y para ello nos hemos inspirado en la experiencia oñatiarra «Developmental Evaluation – Oñati Pilot Project«.
En ella se recogen las metodologías ORID y MSC (Mayores cambios significativos vividos y aprendidos). Ambos trabajan con un punto de vista descriptivo y se basan en puntos de vista y narraciones del sujeto. De hecho, se han querido recoger las vivencias y relatos de estos participantes en círculos progresivamente más amplios: primero como individuos, después como grupos de trabajo y finalmente como ecosistemas.
¿Y cuáles han sido los estudios que hemos recibido? Pues muchos, y valiosos.
El enfoque de los sistemas vivos considera que los procesos evolutivos son los primeros y que toda estructura no es más que una manifestación evidente de los procesos de interacción subyacentes. Creemos que el afloramiento de dispositivos de escucha y tensiones de generación es útil para el ecosistema. Se ajusta a los principios de actuación y funciona como una estrategia de colaboración. Pero hay que hacerlo con cautela o, al menos, saber elegir bien los momentos para que la reflexión deje paso a la acción.
La misión y la visión del ecosistema están recogidas en las entrevistas que se han realizado en los equipos, y eso mismo es un avance exponencial, y se puede decir que han sido asumidas por los equipos, pero evidentemente, en esta fase inicial, no se reflejan en las acciones exteriores. Hay camino por recorrer entre misión y visiones e intervenciones. Y esto es buena noticia, dado que las bases para andar están asentadas ya.
Puede estar relacionado en parte con las expectativas. Porque hemos tenido que hacer un ajuste sobre lo propuesto por todos los equipos a principios de año. Los objetivos de los equipos de trabajo han sido grandes a principios de año y los equipos han sabido autorregularse a las exigencias del sistema. Lo que ha sido posible ha sido lo que está dentro de las coordenadas del sistema, y en la presente edición los equipos de trabajo han orientado a ello en la medida en que estas han sido internas. De todas formas, hemos mantenido conversaciones de partida con algunas instituciones públicas y agentes sociales, les daremos seguimiento el próximo año 2024.
Por todo lo expuesto, la actuación del ecosistema ha tenido un carácter reflexivo en diferentes momentos, y hay que reconocer que la metodología que hemos planteado también tiende a ello. De ahí que en demasiadas ocasiones se haya dado una tendencia a la introspección y al meta-análisis en los encuentros de este año. ¿No ha sido nuestro equipo responsable de esta situación en algunos momentos? ¿Quizá sería más productivo hacer menos intervenciones por nuestra parte y dedicarse más a la observación? ¿Dejar que sea el propio sistema el que haga el camino después de cada paso que provocar preguntas y reflexiones al respecto? ¿No es un enorme avance en la cocreación de bases comunes, en concreto, cuando nos encontramos en un contexto de decadencia acelerada de las grandes meta-narrativas?
Como punto optimista, creemos que en algunos momentos estas preguntas han servido para tomar conciencia de lo que se ha hecho y provocar conversaciones conscientes al respecto, lo que ha generado una reacción y ha servido para reorientar ciertas inercias o tendencias.
De cara al próximo año tenemos una lección: si hacemos una intervención, que sea beneficiosa para el sistema. Porque si le preguntamos al bebé en cada paso que da, ¿le ayudamos a caminar más libremente desde su autenticidad emergente? Desde el equipo de OBSERVACIÓN Y EVALUACIÓN podemos afirmar que han sido cocreadas las bases comunes del ecosistema de experimentación. El andar del 2024 será la mejor confirmación de ello. 2024, ¡Feliz año nuevo a todos!
El ecosistema co-creación está formado por: Arantzazulab, Apitropik, Beta, Be&Lab, Colaborabora, Elhuyar, Emun, Farapi, Impact Hub Donostia, Ko-garri, Kutxa fundazioa, Maraka, Pez estudio, Tipi y Wikitoki.
El grupo de Evaluación y Observación lo conforman: Be&Lab, Emun y Tipi.
[2] Capra, Fritjof y Luisi, Pier Luigi (2014). The Systems View of Life. A Unifying Vision. Cambridge University Press.